Hablemos de diabetes en la tercera edad. Comencemos con un poco de datos:
En las últimas décadas se produjo a nivel mundial un incremento de las enfermedades crónicas no trasmisibles, siendo la diabetes una de las de mayor prevalencia (4° lugar). Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) hay 62 millones de personas con diabetes Tipo 2 en el continente americano, de las cuáles el 30%-40% se encuentran sin diagnosticar, y el 50%-70% son casos no controlados.
La diabetes en la tercera edad más común es la Diabetes Tipo 2 (95% de los casos), en donde el páncreas no produce suficiente insulina o el organismo se vuelve intolerante a la misma. Las causas son variadas pero, a diferencia de la Diabetes Tipo 1 o Juvenil -cuya etiología se asocia más a causas autoinmunes e innatas-, la Tipo 2 es adquirida siendo la obesidad, el consumo de alimentos poco saludables, el estrés, la falta de actividad física y el consumo de sustancias adictivas las más comunes.
Entre los años 2000 y 2016 aumentó un 5% la mortandad prematura por diabetes y en el continente americano pasó a ocupar en 2019 el sexto lugar en causas de muerte y el segundo en Años de Vida Ajustados por Discapacidad (AVAD).
A partir de la vejez, la diabetes comienza a progresar de manera silenciosa. En la actualidad cerca de la mitad de las personas mayores de 70 o 75 años se encuentran diagnosticadas y existe un porcentaje que desconoce que presenta esta enfermedad. Una consecuencia de la ausencia del tratamiento es la hiperglucemia (aumento del azúcar en sangre) que con el tiempo daña gravemente los órganos y sistemas, sobre todo el cardíaco y el nervioso. Por eso es importante la realización de chequeos y estudios médicos periódicos, sobre todo después de los 60 años.
Un artículo de 2010 establecía que para América Latina y el Caribe el costo anual del tratamiento de la diabetes había sido de 65 mil millones de dólares, de los cuales 10 mil millones eran por gastos directos y el resto por gastos indirectos. Esto representa un porcentaje importante del (ya reducido) presupuesto de salud de nuestros países. Además hay que considerar que entre un 40 y un 60% de los costos de tratamiento son costeados por los pacientes y sus familias, lo que supone un importante desembolso para las personas de bajos ingresos. Por eso las medidas preventivas podrían ayudar a reducir los casos de diabetes y las complicaciones en los casos ya existentes.
Si bien la diabetes es una enfermedad que puede afectar a todas las clases sociales, en América Latina la mayoría de las personas mayores que mueren o quedan en situación de discapacidad (por ceguera o pérdida de miembros) debido a esta enfermedad pertenecen a los sectores sociales más pobres y a colectivos que han sufrido una discriminación histórica y sistemática (pueblos originarios, afrodescendientes, campesinos, sectores urbanos periféricos, analfabetos). Como sucede con las demás enfermedades, su prevención, atención y tratamiento requiere de políticas sociales y no solo de intervenciones bio-médicas.
La diabetes también se asocia a una mayor mortalidad por COVID en personas mayores. Un metaanálisis que incluyó 33 estudios (16003 pacientes) encontró una mortalidad superior en personas con diabetes mellitus (las tipo 1 y 2). Esto es fundamental para quienes trabajan con adultos mayores ya que la prevalencia es alta en personas de más de 70 años. La causa parecería estar asociada a fallos en la inmunidad innata que afecta la función de macrófagos y linfocitos, sin que la inmunidad adquirida se vea afectada. Además de que el virus ingresa a las células por los receptores de la encima convertidora angiotesina 2 (ECA-2) que es alta en personas con diabetes y hiperglucemia. Los daños al páncreas y el mayor riesgo de infección son otros factores a tener en cuenta para explicar esta mayor mortalidad.
- Una mayor educación en temas de salud en general y en prevención de la diabetes y la obesidad en particular. Los Estados, partidos políticos, organizaciones sociales y grupos ciudadanos deben realizar charlas en escuelas y lugares de trabajo, campañas en los medios de prensa, chequeos de diabetes en eventos públicos (recitales, ferias, competiciones), provisión de alimentos saludables a los sectores que lo necesiten y fomento de los “kioskos saludables”, entre otras medidas que se pueden implementar. El Pacto Mundial contra la Diabetes de la OPS/OMS es un ejemplo que se puede aplicar en nuestros países.
- El diagnóstico temprano evita las complicaciones que pueden darse con la cronificación de la enfermedad. No solo deben chequearse las personas que tengan antecedentes familiares o estilos de vida poco saludable. Las personas mayores deben realizar chequeos periódicos. Para esto hay que combatir los mitos que vienen asociados, como el costo elevado de los estudios (se pueden realizar sin costo en centros de salud pública) o el dolor de las inyecciones. Una mayor educación sanitaria contribuye a este proceso.
- Para el caso de las mujeres se recomienda la realización de estudios más tempranos ya que la prevalencia sería mayor en personas de sexo femenino.
- Mantener el peso adecuado. Como mencionamos, la diabetes se relaciona con la obesidad. Una cuenta sencilla que pueden realizar para saber si se encuentran en su peso adecuado es el Índice de Masa Corporal (IMC): se calcula dividiendo el peso en kilogramos por el cuadrado de la talla en metros (kg/m2). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número ideal es de 18,5 a 24,9. Más de 25 se considera sobrepeso y más de 30 obesidad.
- Mantener una alimentación saludable evitando el exceso de azúcares, grasas saturadas, alimentos ultraprocesados y bebidas alcohólicas. La reciente aprobación de la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos en Argentina facilita este control ya que podemos saber la composición de los alimentos que consumimos. Se recomienda consultar a un profesional nutricionista, dietista o nutriólogo para saber si la dieta cumple con los requerimientos nutricionales necesarios para nuestra condición.
- Mantener una dieta estable respetando las horas para cada comida ayuda a mantener equilibrados los niveles de glucosa.
- Evitar el consumo de tabaco dado su relación con las enfermedades cardio-respiratorias.
- Evitar la deshidratación. A medida que envejecemos la sensación de sed tiende a disminuir. La falta de líquido en el cuerpo favorece la acumulación de azúcares en la sangre pudiendo llevar a la hiperglucemia. Por eso es necesario tener la rutina de tomar determinada cantidad de agua por día o beber agua a determinadas horas para evitar la deshidratación. Ya hay aplicaciones para el teléfono celular que recuerdan a las personas que deben ingerir agua. El consumo de otras bebidas (té, café, mate, gaseosas) no reemplaza el consumo de agua.
- Prevenir enfermedades vasculares que pueden complicar el cuadro de diabetes.
- Realizar actividad física de manera periódica. En las personas mayores se producen cambios en el tono muscular, la movilidad y la fuerza, pero eso no es excusa para dejar de realizar actividades físicas. Las defensas también disminuyen con la edad y el ejercicio puede ayudar a fortalecer los Sistemas Psico-Neuro-Inmuno-Endócrinos al disminuir la presión arterial y favorecer la circulación. Existen numerosos programas de ejercicio para personas mayores que ayudan a mejorar la salud, prevenir enfermedades y mejorar la calidad de vida. Como en el caso de la alimentación, se recomienda consultar a un profesional. Si bien el médico general o el geriatra pueden realizar recomendaciones, es mejor consultar a profesionales de la kinesiología, terapia ocupacional, fisiatría, fisioterapia o rehabilitación motriz.
Desde los profesionales de la salud que trabajan con personas mayores así como de familiares o cuidadores es importante adoptar un enfoque respete los derechos de las personas con las que trabajamos. Nuestras intervenciones deben apuntar al fortalecimiento de la autonomía, la independencia y la participación en la toma de decisiones en torno a su salud. Una persona mayor con diabetes -así como cualquier otra patología- tiene derecho a saber qué es lo que tiene, las alternativas de tratamiento y los derechos que le asisten en esa situación.
Los Estados y organismos supranacionales (como la OPS o la OMS) deben incluir también a las personas mayores y a las personas con diabetes en los programas de monitoreo y en las políticas públicas que afectarán a su salud.
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